Ciervos Eucarísticos
Blog - Meditaciones Eucarísticas

Los Ciervos Eucarísticos: el ejemplo de los santos

En el post anterior exploramos la figura de los Ciervos Eucarísticos, una categoría de almas profundamente enamoradas del Santísimo Sacramento. Su vida espiritual se caracteriza por un anhelo ferviente de la Eucaristía. Se inspiran en el Salmo 41 “Como desea el ciervo las fuentes de aguas, así, oh Dios, mi alma clama por Ti”. Estos fieles buscan a Jesús con una agilidad y prontitud similares a la de los ciervos. En esto se diferencia de los Discípulos Eucarísticos, quienes avanzan con mayor calma en su camino espiritual.

Los Ciervos Eucarísticos pueden formarse en dos caminos distintos. Algunos han conservado su inocencia desde la infancia. Otros, por el contrario, tras una vida de pecado, han experimentado una conversión radical, asemejándose a María Magdalena. En ambos casos, su amor por la Eucaristía los impulsa a superar cualquier obstáculo para recibir a Jesús Sacramentado. Su día a día se rige por la sed de Cristo, manifestada en su prontitud para acudir al Tabernáculo, su fervor en la oración y su entrega a la voluntad divina.

Los santos: modelos de ciervos eucarísticos

Para comprender mejor esta entrega, recorreremos la vida de santos que han sido verdaderos Ciervos Eucarísticos1. A través de sus anécdotas, veremos cómo su amor por la Eucaristía transformó sus vidas y los llevó a una unión cada vez más íntima con Jesús. Sus ejemplos nos invitan a preguntarnos: ¿cómo podemos también nosotros correr hacia Jesús con la misma sed y amor?

Santa María Magdalena de Pazzi y su sed eucarística

Cuando Santa María Magdalena de Pazzi era pequeñita, como los ciervos, solía saltar sobre el pecho de su madre los días en que esta había comulgado. Le daba golpecitos y se ponía a escuchar, esperando que Jesús le respondiera o hiciera algo en el interior de su madre.

Así obran los Ciervos Eucarísticos, durante las horas del día, cuando tiene a Jesús en su corazón. Salta muchas veces del tabernáculo de su pecho, deseando los Tabernáculos de las iglesias. Y adora a Jesús desde lejos. Y desde lejos le sonríe y hace la Comunión Espiritual.

También se cuenta que Santa Magdalena de Pazzi pasaba el día contando las horas que faltaban para Comulgar. Y eran tan grandes sus ansias de recibir a Jesús que solía ser una de las primeras en acercarse al altar. Sin advertirlo, pasaba por delante de la Madre Superiora y de las monjitas más ancianas.

Santa Verónica de Giuliani: gloria de los ciervos eucarísticos

Con tan solo tres años, Santa Verónica de Giuliani ardía en deseos de recibir la Comunión. Cada vez que iba a Misa, debían sujetarla con fuerzas porque durante la Comunión quería ir con el resto de los fieles para recibir a Jesús.

Cuando su madre recibió el Santo Viático, intentó tomar la Hostia de las manos del sacerdote. Y como no logró hacerlo, se arrojó a la cama de su madre, exclamando:

¡Oh qué olor! ¡Qué olor! ¡Qué hermosa cosa has recibido, mamá! ¡La quiero también yo! ¡La quiero también yo!

San Felipe Neri: maestro de los ciervos eucarísticos

San Felipe Neri, aun estando enfermo, comulgaba sin falta todos los días, generalmente a las doce de la noche. En los últimos años de su vida había obtenido un permiso del Papa para tener el Santísimo Sacramento en un pequeño oratorio al lado de su habitación. Así podía recibir más cómodamente la sagrada Comunión.

Cuando por cualquier motivo los Padres no podían llevársela a la hora señalada, le era imposible dormir hasta tanto que no hubiese recibido al Señor. Una noche, estando gravemente enfermo y no habiéndole visto descansar ni siquiera un momento, pensaron en darle la Comunión a la mañana siguiente. Pero su intento fue en vano. San Felipe, viendo la demora, dijo al Padre que le asistía:

Sabe, hijo mío, que no puedo reposar por el deseo que tengo del Santísimo Sacramento; tráemelo pronto, y te aseguro que después al instante me dormiré.

Así ocurrió. Apenas comulgó, descansó tranquilamente y comenzó a mejorar.

Otra noche, administrándole la Comunión el P. Antonio Gallonio, se demoró un poco y el santo le gritó:

¿Todavía tienes a mi Señor en la mano? ¿Por qué no me lo das? ¿Por qué? ¡Dámelo! ¡Dámelo!

San Alfonso María de Ligorio: Impaciente por la Eucaristía

San Alfonso María de Ligorio, ya anciano, cuando no podía celebrar la Santa Misa sufría porque se demoraban en llevarle a Jesús:

¡Dadme a mi Jesús, dadme a mi Jesús!

Cuando su fiel sirviente Alejo, lo mejor que podía, lo llevaba al coro, aunque el Santo no pudiese articular bien las palabras, sin embargo, se le oía claramente exclamar:

¡Aquí está el Santísimo Sacramento; aquí se recibe la Comunión; no en todas partes está el Sacramento! ¡Oh! qué cosa más hermosa: dos lámparas arden siempre delante del divino Sacramento … Alejo, Alejo, ¿cuánto tiempo estaremos delante del Santísimo Sacramento? ¿Cuándo vendremos a visitarlo de nuevo?

En cierta ocasión, no pudiendo acompañarle a la iglesia y exhortándole a que adorase al Señor desde su habitación, que estaba tan próxima a la iglesia, exclamó:

Sí, pero ¡no está en mi habitación el Santísimo Sacramento!

Otra vez que no le escuchaban por el mucho calor que hacía, exclamó también:

¡Ah! ¡Mi Jesús no va buscando los lugares frescos!

San Gerardo Maiella: ángel del Santísimo Sacramento

San Gerardo Maiella, discípulo e hijo espiritual de San Alfonso, es, entre los ciervos eucarísticos, el más desconocido.

Siendo todavía niño, Gerardo era ya un pequeño ciervo eucarístico. Hizo dos Primeras Comuniones: una, recibida de los ángeles y otra de la mano del sacerdote. Un día, cuando sólo contaba ocho años, estando en la iglesia y viendo comulgar a otros niños, movido· de interior impulso, corrió también él a comulgar con ellos. Pero fue alejado por otros fieles. San Gerardo se puso a llorar.

Fueron tantas sus lágrimas, que a la noche siguiente, para consolarlo, se le apareció el arcángel San Miguel y le dio la Comunión de su propia mano. A la mañana siguiente, él mismo lo manifestó inocentemente. En su agonía se lo contó también a su confesor.

A los diez años la recibió por primera vez de manos del sacerdote.

Del doble fuego, doble incendio. En efecto siendo todavía seglar, pedía la llave de la Catedral de Lacedonia al sacristán, que era pariente suyo. Y pasaba las noches delante del Tabernáculo. En una de estas dichosas noches fue cuando Jesús, hablándole desde el Sagrario, le dijo:

¡Loquillo!

A lo que él al punto respondió:

¡Y Vos sois más loco que yo, pues os habéis hecho prisionero por mi amor!

Ahora bien; si es ya loco de seglar, ¿qué será cuando sea religioso?

Reflexiones finales sobre los Ciervos Eucarísticos

Si quieres asemejarte a los Ciervos Eucarísticos, imita algunas de sus prácticas:

  • Cuando tus deberes te lo permitan, retírate a algún rincón de tu casa, enciérrate y habla con Jesús en lo profundo de tu corazón.
  • Oye la voz de Dios, leyendo devotamente algún libro espiritual.
  • Adora a Jesús espiritualmente en aquellos sagrarios donde esté más abandonado, donde es menos reverenciado o donde desearía ser más visitado.
  • Antes de dormir, concluye tu acción de gracias por la Comunión recibida y comienza tu preparación para la Comunión del día siguiente.

Por encima de todo, frecuenta el Santísimo Sacramento y vive en su presencia. Recuerda que eres un Sagrario Viviente cada vez que comulgas. Acude a Jesús que está encerrado en tu pecho y ámalo oculto en ti.

Como los ciervos eucarísticos, haz de la Eucaristía el centro de tu vida. Busca momentos de adoración, participa con fervor en la Santa Misa y permite que Jesús sacie tu sed de eternidad.

¡Qué tengas un Santo día!

  1. P. Antonino de Castellamare. (O.M. Cap.) (1987) El Alma Eucarística: ¿quién es? ¿cómo se conoce?, ¿cómo se forma? Sevilla: Apostolado Mariano, pp. 49-52. ↩︎

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