Discípulos Eucarísticos
Meditaciones Eucarísticas

Los Discípulos Eucarísticos (3°p)

Descubre cómo los santos vivieron su amor por la Eucaristía y sé inspirado por su ejemplo de fervor y devoción como auténticos Discípulos Eucarísticos.

Los Santos y la Eucaristía: Ejemplo para los Discípulos Eucarísticos

La Eucaristía ha sido el centro de la vida espiritual de muchos santos a lo largo de la historia. Su amor por Jesús Sacramentado los llevó a realizar grandes sacrificios para participar en la Santa Misa y recibir la Comunión. Para los Discípulos Eucarísticos, estas historias son un testimonio inspirador del fervor y la devoción hacia el Santísimo Sacramento.

¡Qué no hicieron y sufrieron los santos para no perder nunca la Comunión! ¡Cuántas enfermedades callaron o atenuaron! ¡A cuántas ingeniosas astucias recurrieron para no exponerse a aquel peligro! Y en las enfermedades manifiestas, ¡cuánto suplicaron y cuántas lágrimas no derramaron para no ser privados de la Comunión! (P. Antonino de Castellamare)

San Alfonso María de Ligorio: La Misa antes que todo

Caminando un día San Alfonso María de Ligorio por las vías de Nápoles, le sobrevino de repente un fuerte dolor de entrañas, que le impedía hasta el andar. Quiso su compañero llevarle a un próximo café para que se le pudiera suministrar algún remedio que aliviase algún tanto sus dolores. Mas no era en el dolor de entrañas en lo que pensaba San Alfonso, sino en la Santa Misa, que todavía no había celebrado y que de ninguna manera quería dejar de celebrar. Por lo cual, respondió al piadoso compañero:

«Carísimo hermano, andaría diez millas antes de perder la Santa Misa».

Y fue de todo punto imposible persuadirle a que quebrantara el ayuno, hasta que poco a poco restablecido del dolor, pudo satisfacer su devoción.

El día más largo para los santos era el Viernes Santo. En los últimos años de la vida de San Alfonso, no pudiendo ya celebrar, en dicho día se le acrecentaba y subía varios grados la fiebre: tan vehemente era la pena que sentía por no poder comulgar.

Este ejemplo nos recuerda a los Discípulos Eucarísticos la importancia de valorar cada oportunidad de recibir la Comunión.

San Lorenzo de Brindis: Un largo camino por frecuentar la Santa Misa

San Alfonso hubiera caminado diez millas. Mas otro santo, Lorenzo de Brindis, capuchino, hallándose en medio de países herejes, hizo una vez cuarenta millas de camino a pie con el fin de llegar a una iglesia católica, para de esta manera, a la mañana siguiente poder celebrar la Santa Misa.

¡Oh! ¡cuántas almas eucarísticas no hubieran andado, ni siquiera en tren, aquellas cuarenta millas para no perder la Comunión! Pero ya se sabe: los santos son santos, y, hablando de ellos, es necesario usar otras reglas y otras medidas.

Su ejemplo es una inspiración para los Discípulos Eucarísticos, que buscan vivir con el mismo celo y determinación.

Santa Teresa de Jesús: Desafiar las tempestades por la Comunión

De la misma manera, Santa Teresa de Jesús, para llegar a la Comunión, desafiaba las tempestades y se exponía a caer enferma. Y a quien le recomendaba más prudencia, respondía:

«Dejadme, dejadme comulgar; no puedo estar ya más tiempo sin Jesús».

Los Discípulos Eucarísticos encuentran en ella un modelo de amor ardiente por la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Santa María Magdalena de Pazzi: Lágrimas por una Comunión perdida

Era aún novicia, cuando una mañana, preparándose para el banquete eucarístico, advierte que el padre capellán tarda en llegar; y lo que es peor, oye decir que no vendría y que las religiosas quedarían aquel día sin Comunión. Es menester ser Magdalena de Pazzi para comprender lo que su corazón sufrió con semejante noticia; si una flecha la hubiera traspasado de parte a parte, la habría herido menos de lo que la hirió tan triste noticia.

Mientras tanto, la hora va pasando ¿A qué esperar más? Las religiosas, una después de otra, se resignan y piensan en el desayuno. ¿El desayuno? … este pensamiento fue nuevo fuego añadido al que ardía ya en su corazón herido. ¡Oh, Dios! ¡Comer! y ¿Si después viniese el Padre para la Comunión? …

La maestra, sin embargo, le invita seriamente a tomar alguna cosa. Magdalena se excusa, ruega, pide con insistencia para que se la deje aguardar todavía un poco. Y en efecto, espera todavía un poco. Mas luego la maestra se impone y Magdalena obedece. Toma un pedacito de pan y lo traga de una vez como si tragase veneno. ¡Y verdaderamente veneno fue para ella aquel bocado de pan! Apenas lo había pasado, cuando he aquí que suena la campanilla anunciando la llegada del Padre y llamando a las religiosas para la Comunión. Lloró tanto, que la maestra, al verla llorar de aquella manera, prorrumpió también en llanto y le pidió perdón.

Por eso la misma Magdalena de Pazzi, cuando sabía que alguna de las religiosas había voluntariamente dejado de comulgar, sentía tal disgusto, que más de una vez se la vio llorar. Y si podía, corría a buscar a la culpable y le mostraba el yerro en que había incurrido y el bien de que se había privado, dejando la santa Comunión.

Una mañana dos religiosas habían dejado de comulgar. Encontrándose Magdalena en aquel momento arrobada en éxtasis y habiéndolo entendido por luz interior, vuelve en sí. Y corriendo en busca del Padre espiritual, que estaba para marchar, le ruega dé la Comunión a aquellas dos pobrecitas. Obtenido lo cual, entró de nuevo en éxtasis.

Otra vez vio en visión a una persona difunta que padecía en el Purgatorio por haber dejado, por negligencia, una Comunión. Por eso pedía ella con insistencia a Dios, que hiciese la gracia de mantener en su monasterio, hasta el fin del mundo, la frecuencia del Santísimo Sacramento, y que, con este fin, diese a sus religiosas Padres espirituales que mantuviesen o promoviesen el uso de la Comunión diaria. La Santa solía decir:

«Yo quisiera primero morir, antes que dejar una sola Comunión que me haya sido concedida por la obediencia»

Los Discípulos Eucarísticos pueden aprender de su deseo inquebrantable de recibir a Jesús.

Santa María Micaela del Santísimo Sacramento: Heroísmo eucarístico

Vivía aún en el mundo, era todavía la nobilísima doncella Doña Dolores Micaela Desmaisiéres López de Dicastillo, vizcondesa de Jorbalán, y ya era un verdadero serafín de la Eucaristía. Así como más tarde, siendo religiosa, se llamó primero Hermana y después Madre Sacramento. Así también, siendo aún seglar, habría podido muy bien llamarse Señorita Sacramento, de tal manera la Eucaristía era su luz, su pena, el aire que la hacía vivir y respirar.

Habiendo quedado huérfana y obligada por su altísima posición a acompañar al conde Diego, su hermano, embajador en las Cortes de Europa, y por tanto a tener parte en banquetes de gala, en teatros, tertulias, y en toda suerte de espectáculos. Es increíble el heroísmo en que debía ejercitarse continuamente para conservarse ilesa en medio de aquellas llamas, y pura e inocente entre aquel fango dorado: y de esta suerte no perder nunca, ni siquiera un solo día, la santa Comunión.

Yendo, por ejemplo, al teatro, además de ceñirse el cuerpo de cilicios, ahumaba las lentes del binóculo, por lo cual no veía nada y quedaba completamente a oscuras. Cuando eran representaciones inmorales, o simplemente equívocas, no sólo no asistía a ellas, sino que disuadía a los demás para que tampoco asistiesen. Ella misma hubo de escribir:

«Supliqué al Señor que no me dejase ver nada cuando debía ir a bailes o espectáculos, para no ofenderle ni siquiera venialmente. Fui escuchada de tal manera, que volvía a casa sin haber perdido ni siquiera por un momento la presencia de Dios … »

Parecerá imposible, pero los santos no mienten.

Cuando después, hacia el fin de 1848, tuvo que acompañar a su cuñada enferma que, en litera y a pequeñas jornadas, se vio precisada a volver de Bruselas a Madrid, Jesús le había dicho:

Si tú no dejas de hacer lo posible para hallarme siempre, yo no te llegaré a faltar.

El viaje duró cuatro meses, en los cuales casi todas las mañanas sucedía un doble milagro: de Micaela, para lograr a toda costa comulgar; y de Jesús, para darse a ella en la Comunión.

Más tarde, cuando ya era religiosa, el sacerdote Giménez aseguró que, cuando le alargaba la sagrada Partícula, debía retirar apresuradamente la mano, porque su aliento le abrasaba.

Los Discípulos Eucarísticos encuentran en su vida un ejemplo de fidelidad y amor inquebrantable por la Sagrada Comunión.

Frases de verdaderos Discípulos Eucarísticos

Los santos, modelos de los Discípulos Eucarísticos, expresaron su amor por la Comunión con palabras llenas de fervor:

Santa Catalina de Génova

«Oh, Esposo mío muy amado, yo deseo de tal manera gozar de Vos, que me parece que, aun cuando estuviese muerta, resucitaría para recibiros en la Comunión».

Santa Margarita María de Alacoque

«Tengo tanto deseo de la santa Comunión que, aunque fuese necesario andar con los pies desnudos sobre un camino de fuego, sería una nada, comparado con la privación de un bien tan grande; porque no hay ninguna cosa que me ocasione tanta alegría como el alimentarme de este pan de amor».

Santa Magdalena Sofía Barat

Hablando a sus religiosas, les decía:

«Ah, mis buenas hijas, si comprendiésemos qué cosa sea el amor de Nuestro Señor, atravesaríamos un océano de fuego para poseerlo, es este amor el paraíso sobre la tierra!»

Y otra vez:

«¡Una Comunión una sola Comunión! ¿No es ella infinitamente más preciosa que todo el universo?»

Santa María Magdalena Postel

Durante ochenta años seguidos recibió todos los días la santa Comunión (¡cerca de treinta mil Comuniones!). Con acento inflamado, recomendándola a sus religiosas, les decía:

«Hijas mías, no os privéis nunca de la santa Comunión. Si algún pecado os retuviese, tened suficiente humildad para pedir confesaros; pero por amor de Dios os suplico, que no os alejéis nunca de la Sagrada Mesa».

Reflexión final: Llamados a ser Discípulos Eucarísticos

El amor de los santos por la Eucaristía es un ejemplo para todos los Discípulos Eucarísticos. Nos muestran que la Comunión diaria es fuente de gracia y fortaleza. Hoy, cuando la Iglesia nos anima a la participación frecuente en el Banquete del Señor, no podemos desaprovechar este don inestimable.

Si ellos hicieron todo lo posible para recibir a Jesús, ¿qué excusas podemos tener nosotros? Que su ejemplo nos ayude a valorar más el tesoro de la Eucaristía y a vivir como verdaderos Discípulos Eucarísticos.

Los buenos católicos que así lo hacen, merecen ciertamente el elogio hecho de los primeros cristianos, pudiéndose también decir de ellos: «erant perseverantes in communicatione fractionis panis»:

«Eran perseverantes en la comunicación de la fracción del pan eucarístico».

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