¡Oh Rey de las naciones, y su Deseado; piedra angular, que reúne a los dos pueblos! ¡Ven, y salva al hombre que formaste del barro!
Sexta antífona “O” de Adviento
Comenzamos el tiempo de Adviento, dando así inicio a un nuevo año litúrgico.
Origen y sentido del término
La palabra Adviento proviene del latín “adventus” y puede traducirse como “advenimiento” o “llegada”.
Durante el Imperio Romano, este término hacía referencia a la visita de un alto funcionario o del mismo emperador a un territorio determinado. Constituía un acontecimiento de gran importancia, para el cual los habitantes de la región se preparaban con anticipación para recibir al ilustre visitante.
La Iglesia ha adoptado este nombre para designar al tiempo especialísimo de preparación espiritual para el nacimiento del Salvador del mundo, Nuestro Señor Jesucristo. Así, Jesús es el Rey, que ha entrado en esta pobre ‘provincia’ denominada tierra para visitar a todos; invita a participar en la fiesta de su Adviento a todos los que creen en Él (Benedicto XVI, 28.11.2009).
Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la ‘Primera Alianza’ (Hb 9, 15) todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venida por medio de los profetas que se suceden en Israel (n° 522). Todo el Antiguo Testamento se orienta al advenimiento del Mesías, Nuestro Señor Jesucristo. Asimismo, toda la Historia, desde su principio, gravita hacia la llegada de Cristo con su nacimiento, en la plenitud de los tiempos. Así también aguarda su segunda venida en gloria y majestad.
La Iglesia une a la primera venida de Jesucristo a la tierra el pensamiento de la segunda, al fin del mundo, y, en consecuencia, el Adviento viene a resultar una preparación para ese doble advenimiento del Salvador: el del Nacimiento y el del Juicio final.1
Disponer el corazón para recibir al Salvador
El Adviento es un tiempo de gracia, en el que La Iglesia nos invita a la esperanza y a la purificación interior. Esperanza porque que aguardamos con dulce impaciencia la llegada de nuestro amado Redentor. Purificación interior porque la inminencia de la venida del Salvador debe despertarnos de la indiferencia y mucho más del letargo del pecado2. Pidamos, en este momento previo a la Navidad, la gracia necesaria para alejarnos de todo aquello que ofende a Dios, y un deseo cada vez más ardiente de llegar a Belén, acompañando a José y a María, que viajan escoltados de ángeles a Jerusalén3.
A lo largo de estas semanas, la Liturgia nos invitará a disponer nuestro corazón para recibir y honrar con júbilo a Cristo que viene. La primera etapa del tiempo de Adviento, sin embargo, está centrada especialmente en la preparación espiritual para la segunda venida de Cristo. A partir del 17 de diciembre comienza un segundo momento, más cercano al día de Navidad, dedicado a la primera venida, en el que entramos de lleno en la espera gozosa e inminente del Divino Niño.
De modo especial, el III Domingo de Adviento, llamado Domingo Gaudete, nos anima a una profunda alegría espiritual, ante la proximidad del nacimiento de Jesús. La palabra latina que designa este domingo quiere decir alégrense, regocíjense y es recogida de la exhortación que hace San Pablo en su Carta a los Filipenses: Alégrense siempre en el Señor
Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca (Flp 4, 4-6).
El Señor está cerca, preparemos nuestro corazón, para que Jesús encuentre allí un cálido pesebre en el que nacer. Aprovechemos este tiempo para hacer una buena confesión.
Las siete grandes antífonas “O” de Adviento
Explica Dom Andrés Azcárate (OSB) que durante los últimos siete días de Adviento, del 17 al 23 de diciembre, la Iglesia hace siete llamamientos apremiantes al Niño Jesús, a quien todo el mundo espera con ansias en la próxima fiesta de Navidad, y lo hace con las siguientes antífonas en la hora de Vísperas [en el rezo de la Liturgia de las Horas]. Empiezan todas con un título o nombre distinto, sacado de la Biblia y aplicado al Salvador4. Se pueden rezar las antífonas cada uno de estos días como una preparación especial para el día de Navidad.
Día 17: ¡Oh Sabiduría! que saliste de la boca del Altísimo, que alcanzas del uno al otro confín, y dispones todas las cosas con fuerza a la par que con suavidad. ¡Ven a enseñarnos el camino de la prudencia!
Día 18: ¡Oh Adonai (Señor), jefe de la casa de Israel! Tú que te apareciste a Moisés en una zarza encendida, y le diste tu Ley sobre el Sinaí: ¡Ven a rescatarnos con el poder de tu brazo!
Día 19: ¡Oh raíz de Jesé!, que te yergues como estandarte de todos los pueblos, en cuya presencia se callarán los reyes, y a quien invocarán las naciones: ¡Ven a salvarnos, no tardes más!
Día 20: ¡Oh llave de David, y cetro de la casa de Israel! Tú que abres sin que nadie pueda cerrar, y cierras sin que nadie pueda abrir: ¡Ven, y saca al cautivo que yace en tinieblas y en sombras de muerte!
Día 21: ¡Oh Oriente, esplendor de la luz eterna y sol de justicia! ¡Ven y alumbra a los que están sumidos en tinieblas y en sombras de muerte!
Día 22: ¡Oh Rey de las naciones, y su Deseado; piedra angular, que reúne a los dos pueblos! ¡Ven, y salva al hombre que formaste del barro!
Día 23: ¡Oh Emanuel, nuestro Rey y nuestro legislador, esperanza de las gentes y Salvador suyo! ¡Ven a salvarnos, Señor y Dios nuestro!5
El Pesebre
Una hermosa tradición, inaugurada por San Francisco de Asís en el año 1223, consiste en la representación de la natividad de Cristo, conocida como “pesebre”, “belén” o “nacimiento”. El Santo realizó una recreación viviente de la natividad del Señor, costumbre que fue ganando gran difusión. Luego, esta representación comenzó a replicarse con figuras materiales. Es una bellísima y recomendable devoción preparar un pesebre en algún lugar especial de nuestra casa. El 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, se dispone cada figura, guardando un espacio entre la Virgen y San José para colocar al Niño Dios el día de Navidad.
En este tiempo de Adviento, meditar ante el pesebre nos ayudará a esperar con un corazón bien dispuesto, junto a María Santísima y a San José, la venida del Señor.
La Corona de Adviento
La Corona de Adviento, también llamada “corona de luces de Adviento”, es una práctica piadosa, asumida con el tiempo por la Liturgia, que simboliza la preparación del alma durante este período, aguardando el nacimiento del Salvador. Consiste precisamente en una corona de ramas verdes con cuatro cirios que se irán encendiendo progresivamente cada domingo de este tiempo litúrgico. En cuanto al color de las velas, una de las tradiciones más difundidas propone tres velas moradas, símbolo de purificación y conversión, y una vela rosada, correspondiente al Domingo Gaudete, que representa el gozo por la cercanía del Señor. Estos colores reflejan los de la liturgia de cada domingo de Adviento.
La luz indica el camino, aleja el miedo y favorece la comunión. La luz es un símbolo de
Jesucristo, luz del mundo. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona
muestra la ascensión gradual hacia la plenitud de la luz de Navidad. El color verde de la corona
significa la vida y la esperanza.6
La oración de bendición de la corona de Adviento puede realizarse tanto en la iglesia como en familia; y puede ser rezada por un sacerdote o por un laico.
Les ofrecemos una oración para rezar en la casa:
Se comienza con la señal de la Cruz y luego:
Uno: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Todos: Que hizo el cielo y la tierra.
U: Señor Dios,
bendice con tu poder nuestra Corona de Adviento para que, al encenderla,
despierte en nosotros el deseo de esperar la venida de Cristo
practicando las buenas obras, y para que así,
cuando Él llegue, seamos admitidos en el Reino de los Cielos.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.T: Amén
(Esta oración puede repetirse cada domingo de Adviento)7
Aprovechemos estos días de gracia para preparar el corazón:
El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos comenzando, nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros. ¡Cuán a menudo nos hace percibir Dios un poco de su amor! Escribir –por decirlo así– un ‘diario interior’ de este amor sería una tarea hermosa y saludable para nuestra vida. El Adviento nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia, ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como ‘visita’, como un modo en que él puede venir a nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación? Benedicto XVI
¡Qué tengan un santo inicio de Adviento!
- Azcárate, A. (1943). Punto doctrinal: Adviento en Misal Diario para América. Editorial Guadalupe, p. 3 ↩︎
- Azcárate, A. (1943). Nota litúrgica al II Domingo de Adviento en Misal Diario para América. Editorial Guadalupe, p. 8 ↩︎
- Azcárate, A. (1943). Nota a la Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos – I Domingo de Adviento en Misal Diario para América. Editorial Guadalupe, p. 4 ↩︎
- Azcárate, A. (1943). Nota litúrgica al día 17 de diciembre en Misal diario para América, p. 15 ↩︎
- Azcárate, A. (1943). Antífonas “O” en Misal diario para América, pp. 15-16 ↩︎
- Bendicional, n° 1236 ↩︎
- Cf. Bendición de la Corona de Adviento a cargo de un miembro de la familia (Aciprensa) ↩︎