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Novena a los Santos Ángeles de Dios

¿Cómo rezar esta novena?

  • Señal de la Cruz
  • Oración preparatoria
  • Oración inicial
  • Oración de cada día
  • Rezar un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria.
  • Oración final

Oración preparatoria

Oh, gran príncipe del Cielo, fidelísimo defensor de la Iglesia de Dios, santo Arcángel Miguel; heme aquí, con mis pecados y defectos. El combate que tú comenzaste en el Cielo continúa en esta tierra. Los enemigos de nuestras almas, el demonio, el mundo y la carne, arrojan siempre almas al abismo del infierno. La Santa Iglesia no solamente es perseguida desde afuera sino, lo que es más peligroso todavía, es atacada en su interior por sus enemigos. La viña del Señor está descuidada.

Con humilde confianza en tu bondad y en el poder de tu auxilio, me presento ante ti en compañía de mi Ángel de la Guarda, para entregarme a ti. Sé tú mi patrono, protector especial e intercesor. Defiéndeme de todos los ataques del enemigo maligno, especialmente en las tentaciones, y guárdame de la perdición por el pecado. Guarda en mi alma la paz en la hora de la muerte, y guíame seguro a la casa paterna del Cielo. Amén.

Oración inicial

Arcángeles San Miguel, San Gabriel, San Rafael; Ángel de mi Guarda, y los coros angélicos de la Corte Celestial: Abrasen mi corazón en amor a Dios y a su Santísima Madre, llénenme de celo por su gloria y por la salvación de mi alma. Comuníquenme su humildad y todas sus virtudes. Sean mis guardianes, consejeros y compañeros en el peregrinar por la vida hacia la eternidad.

San Miguel Arcángel: te encomiendo especialmente la hora de mi muerte, para que apartes de mí al demonio, y así no ataque ni debilite mi alma.

San Gabriel Arcángel: alcánzame de Dios una fe viva, una esperanza fuerte, un amor ardiente y una profunda devoción a Jesús en el Santísimo Sacramento y a la Virgen Inmaculada.

San Rafael Arcángel: condúceme siempre por el camino de la virtud y la perfección.

¡Ángeles del Cielo, con sus espadas defiéndanme y con sus alas protéjanme! Amén.

Primer Día

“Entonces el Señor dijo a la serpiente:

Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás tierra por todos los días de tu vida. Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza mientras tú herirás su talón”. (Génesis 3, 14-15)

Segundo Día

“Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el dragón. También el dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él. Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios“. (Apocalipsis 12, 7-10)

Tercer Día

Yo soy Rafael, uno de los siete Ángeles que tienen entrada a la Gloria del Señor. Temblaron entonces, y los dos cayeron con el rostro en tierra, llenos de terror. Él les dijo: No teman. La paz sea con ustedes. Bendigan siempre al Señor.

Cuando estaba con ustedes, no estaba por mi propia voluntad, sino por voluntad de Dios. A Él deben bendecir y cantar todos los días. Ustedes me veían comer y hablar, pero sólo era apariencia. Bendigan ahora y den gracias al Señor; yo me voy al que me ha enviado. Escriban en un libro lo que se ha cumplido. Y en seguida desapareció. (Tobías 12, 15-20)”.

Cuarto Día

“Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se produjo en el Cielo un silencio como de media hora.

Y vi a los siete Ángeles que están de pie delante de Dios; se les entregaron siete trompetas.

Otro Ángel vino y se paró delante del altar de los perfumes con un incensario de oro. Se le dieron muchos perfumes: las oraciones de todos los santos que iba a ofrecer en el altar de oro colocado delante del trono.

Y la nube de perfumes, con las oraciones de los santos, se elevó de las manos del ángel hasta la presencia de Dios.

Después, el ángel tomó su incensario, lo llenó con brasas del altar y las arrojó sobre la tierra: hubo tremendos truenos, relámpagos y terremotos.

Los siete Ángeles de las siete trompetas se prepararon para tocar”. (Apocalipsis 8, 1-6).

Quinto Día

“En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La Virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su Padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin“. (Lucas 1, 26-33).

Sexto Día

“Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan.

[…] Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas“. (Lucas 1, 5-6 11- 13 19-20).

Séptimo Día

“Llegaba el día en que Herodes iba a hacerlo comparecer; aquella misma noche Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas, y otros guardias custodiaban la puerta de la cárcel.

De repente la celda se llenó de luz: ¡estaba el ángel del Señor! El ángel tocó a Pedro en el costado y lo despertó diciéndole: ¡Levántate en seguida! Y se le cayeron las cadenas de las manos. El ángel le dijo en seguida: Ponte el cinturón y las sandalias. Así lo hizo, y el ángel agregó: Ponte el manto y sígueme.

Pedro salió tras él; no se daba cuenta que lo que estaba ocurriendo con el ángel era realidad, y todo le parecían visiones.

Pasaron la primera y la segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió sola. Salieron y se metieron por un callejón, y de repente lo dejó el ángel.

Entonces Pedro volvió en sí y dijo: Ahora no cabe duda: el Señor ha enviado su ángel para rescatarme de las manos de Herodes y de todo lo que proyectaban los judíos contra mí“. (Hechos de los Apóstoles 12, 6-11).

Octavo Día

“Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.

Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.

El ángel les dijo: No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto les servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.

Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.

Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre”. (Lucas 2, 8-16).

Noveno Día

“Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otra señal en el cielo: un gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. El dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz.

Y la mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de gobernar a todas las naciones con vara de hierro; pero su hijo fue arrebatado y llevado ante Dios y su trono, mientras la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar que Dios le ha preparado. (Apocalipsis 12, 1-5).

Rezar un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria.

Oración final

¡Oh Augusta Reina del Cielo y Señora de los Ángeles!, has recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de la serpiente infernal; dígnate escuchar benigna las súplicas que humildemente te dirigimos. Envía las santas legiones angélicas para que, bajo tus órdenes, combatan a los demonios; donde quiera repriman su perversidad y malicia, y los persigan hasta precipitarlos al abismo.

¿Quién como Dios? ¿Quién como la Virgen?

Santos Ángeles y Arcángeles, defiéndanos y guárdenos ¡Oh buena y tierna Madre!, Vos serás siempre nuestra luz y nuestra esperanza.

¡Oh Madre!, envía a los Santos Ángeles para defendernos, y resistir y rechazar al demonio, nuestro mortal enemigo. Amén.

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