Oración inicial para cada día
¡Con qué confianza, con cuánta satisfacción vengo a tus pies, José Santísimo, implorar tu socorro y protección en mis necesidades! ¡Oh! yo no temo que no quieras oír mis ruegos, porque por experiencia sé que no te sabes negar al que con Fe te hace una súplica.
Tú que en el mundo probaste todas las amarguras de la vida y que conoces bien las duras afecciones del corazón humano, ¿te harás sordo cuando algún mortal, con la Fe y el consuelo que inspira tu dulce nombre, te invoca y te descubre el centro de su alma que sufre, traspasada de alguna pena?
Tú que puedes sacar la punzante espina de un corazón afligido, ¿te mostrarás indiferente, y verás sin lastimarse tu eminente caridad, rodar las lágrimas de tus devotos, sin extender tu benéfica mano y secar su llanto? ¿Acaso necesitas para hacernos un beneficio, o darnos el consuelo, de otra cosa que tu voluntad? ¿Y habrá quien pueda imaginarse que no habiéndose menester más que tu voluntad santísima, no quieras acceder a calmar o quitar nuestras tribulaciones? ¿Desconfías Tú que tu Hijo Santísimo te niegue lo que le pidieres? ¿Será posible, Santo mío, que Aquel que en el mundo alimentaste y que vio el noble frente cubierta de sudor para proporcionarte su alimento y el de su Santísima Madre, te desaire cuando vayas a suplicarle te conceda alguna gracia? Aquel que te escogió para que le sirvieras de padre, y que se regocijaba cuando le dabas el tierno nombre de hijo, ¿no querrá acceder a tus peticiones? ¿No es el que en la tierra te obedecía y que tantas veces tuviste en tus brazos acariciándole dulcemente?… ¿No es el mismo que desde toda la eternidad te señaló con su omnipotencia para Esposo de la Inmaculada Virgen María?
Grandes, muy grandes son estos títulos para que no puedas con Dios todo lo que quieras, y grandes son también las esperanzas que a mí me infunden tan estupendas prerrogativas. Posible es, Padre Mío, que yo te pida una cosa que no sea conveniente, y esto es efecto de mi ignorancia; pero no es posible que me dejes sin consuelo en mis necesidades. Sí, yo no quiero que Tú hagas mi voluntad, sino la de Dios: pues si lo que pido no es a su mayor honra y gloria y provecho de mi alma, nada quiero sino en todo tiempo tu amistad y protección. Si trabajos, si enfermedades y disgustos es lo que me conviene en la vida, yo los recibo con el mayor placer por ser voluntad de Dios, y sólo te pido me alcances su Santísima gracia para sufrir resignadamente y obtener en la eternidad el premio, que es lo que aspiro. Amén
Día 1
Aquí nos tienes en tu gloriosa presencia, dulce protector nuestro San José, implorando tu eficaz patrocinio. Dirige, oh gran Santo, una mirada amorosa sobre nosotros, miserables hijos de Eva, y alcánzanos, con la gracia que te hemos pedido, las Virtudes de la humildad, pureza y obediencia; y la dicha de morir asistidos por Jesús, tu Santísima Esposa y Vos, para bendecirte y alabarte en el cielo eternamente. Amén.
Día 2
A tus pies nos postramos con el más humilde afecto, ¡oh incomparable protector nuestro San José!, confiando en tu eficaz patrocinio. Dirige, ¡oh gran Santo!, una mirada amorosa sobre nosotros, miserables pecadores hijos de Eva, y alcánzanos la gracia que te hemos pedido juntamente con las tres virtudes de tierna piedad, gratitud a los divinos beneficios y firme confianza en Dios, que tanto y con tanto fruto practicaste Vos mismo, a fin de que enriquecidos con ellas, podamos expirar dulcemente en los brazos de Jesús y María, y alabarlos después en tu compañía en el cielo, por toda la eternidad. Amén.
Día 3
Postrados ante Vos, insigne protector nuestro San José, acudimos también hoy en demanda de tu eficaz patrocinio. Dirige, ¡oh gran Santo!, una mirada amorosa sobre nosotros, miserables hijos de Eva, y presenta nuestras súplicas al Padre Eterno, cuyas veces hiciste en la tierra tutelando a su Divino Hijo; ofrecelas también al Espíritu Santo, de quien fuiste representante como Esposo de María; presentalas, en fin, al Hijo para que sean benignamente atendidas por la Santísima Trinidad, objeto de todo nuestro amor, ahora y siempre, por todos los siglos. Amén.
Después de las oraciones correspondientes de cada día suplicar la gracia que se desea y rezar siete Padre Nuestros, siete Ave Marías y siete Glorias en memoria de los Siete Dolores y Gozos del Santo Patriarca
Oración final para todos los días
Oh san José, cuya protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti confío todas mis intenciones y deseos.
Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones espirituales por intercesión de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder celestial, Te tribute mi agradecimiento y homenaje.
Oh san José, yo nunca me canso de contemplarte con Jesús adormecido en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón. Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro.
¡San José, patrono de las almas que parten, ruega por mi! Amén.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, con vosotros descanse en paz el alma mía. Amén