En la primera parte de esta meditación, te contamos que, para que un alma sea verdaderamente eucarística, es necesaria la pureza de corazón. En la segunda vimos que no basta con vivir en gracia de Dios, sino también debemos esforzarnos en cultivar las virtudes ¿Cuál será entonces el tercer y último requisito para llevar una vida verdaderamente eucarísticas? ¡En este post te lo contamos!
¿Qué requiere la Vida Eucarística? (1° parte) – fervorcatolico.com: ¿Qué requiere la Vida Eucarística? (3° parte) ¿Qué requiere la Vida Eucarística? (2° parte) – fervorcatolico.com: ¿Qué requiere la Vida Eucarística? (3° parte)IX-Amor a Dios
Pero la virtud más indispensable, y, por consiguiente, el adorno más necesario a los cenáculos espirituales es el amor a Dios.
P. Antonino Castellamare.
San Juan Evangelista, en sus visiones, vio un día a un ángel que con una caña de oro medía la Jerusalén celeste (Apoc. 21, 15). Ahora bien; para nosotros la caña de oro que mide la perfección de nuestras almas, que son las místicas Jerusalenes, es la caridad para con Dios; aquella virtud infundida por el Espíritu Santo, que excita nuestra voluntad a amar sobre todas las cosas a Dios, por sí mismo, y a nuestro prójimo por amor de Dios; aquella virtud, en la cual consisten la esencia y los grados de la perfección cristiana; aquella virtud, en fin, que da vida, valor y mérito a todas las demás virtudes. Por consiguiente, la caña de oro con la que se debe medir la perfección de aquellas, no es el número de las comuniones, sino el amor que tienen a Dios, esto es, el amor divino que llevan en sus corazones cuando comulgan, y el que ellas sacan de sus comuniones.
Cuántas almas, en verdad, impedidas muchas veces para comulgar, o por la enfermedad o por sus obligaciones, más resignadísimas al querer de Dios, son mucho mejores que tantas otras que comulgan tal vez todos los días y no alcanzan nunca la perfección. Por eso, cuántos santos ha habido, como Antonio Abad y Pablo el Ermitaño, que, no pudiendo comulgar muchas veces porque llevaban vida de anacoretas, sin embargo, fueron dechados de santidad. El alimentarse de la voluntad de Dios es más precioso y más necesario, que el alimentarse de la carne de Dios, pues esta debe conducirnos suavemente a aquélla.
Hemos, pues, explicado los tres requisitos indispensables que presupone la vida eucarística: pureza de conciencia, adorno de santas virtudes y, especialmente, amor a Dios.
X-La Eucaristía es un medio
Es un punto de suma importancia este, oh almas eucarísticas. La divina Eucaristía no es el fin, sino medio para alcanzar la perfección cristiana, que consiste en la unión con Dios por medio del santo amor. Nada, empero, nos une tan íntimamente a Dios como la santa Eucaristía; ningún leño es tan bueno para encender el fuego del amor divino, como el lignum vitae, esto es, la carne y la sangre de Nuestro Señor. El amor eucarístico, por tanto, presupone el amor divino; cuanto en mayor grado se encuentre este en el alma eucarística y más lo avive después aquel, tanto más perfecta será.
XI-Grados de amor
No es menester tampoco recordar que los diversos grados de amor constituyen los diversos grados de perfección; por lo cual, la perfección eucarística, en las almas que la poseen, presupone el amor divino y a él lleva; y tanto más seguramente, en cuanto que Jesús Sacramentado es, no sólo verdadero hombre, sino también verdadero Dios, y estando en Él el Padre y el Espíritu Santo, está toda la plenitud de la Divinidad. Por consiguiente, los amores divinos y los amores eucarísticos más fácilmente se producen, avaloran e inflaman mutuamente en sus santos ardores; de tal suerte, que los grados de los amores eucarísticos estarán siempre al nivel de la fuente, es decir, de los grados de los amores divinos.
XII-Grados de perfección eucarística
Nos parece que no estaríamos tan lejos de la verdad, si los redujésemos a tres principales, y, por tanto, a tres las principales categorías de las almas eucarísticas, a saber:
- 1° los Discípulos eucarísticos;
- 2° los Ciervos eucarísticos;
- 3° las Magdalenas eucarísticas.
La vida de los primeros se puede expresar en estas palabras de los Hechos de los Apóstoles: «Perseveraban todos en la comunicación de la fracción del pan, es decir,
en la recepción de la sagrada Comunión» (Hech. 2, 42 ). La de los segundos se halla descrita en el primer versículo del salmo XLI: «Como desea el ciervo las fuentes de aguas; así, oh Dios, clama por ti el alma mía». Toda la vida de los terceros está comprendida en el grito sublime del Apóstol San Pablo: «Yo vivo, o más bien no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí» (Gál. 2, 20). Y en este otro: «Mi vivir es Cristo» (Filip. 1, 2).
Podrás aprender más sobre los grados de perfección eucarística en los próximos posts.
Pidamos al Espíritu Santo la gracia de crecer en el amor a Dios, para unirnos en cada Comunión más íntimamente a Él.
¡Qué tengan un santo día!