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Novena a Nuestra Señora del Rosario

28 de septiembre al 06 de octubre

¿Cómo rezar esta novena?

  1. Por la Señal de la Santa Cruz + de nuestros enemigos + líbranos, Señor, Dios nuestro + En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén;
  2. Oración inicial;
  3. Oración propia de cada día;
  4. Oración final.

Oración inicial

¡Oh Madre Santísima, Virgen del Rosario! Vos que introdujiste en la Iglesia, por medio de tu privilegiado hijo Santo Domingo de Guzmán, la poderosa oración del Santo Rosario, haz que abracemos esta santa devoción y gocemos de su protección y auxilio; de suerte que aquellas místicas rosas de cada “Ave María”, sean en nuestros labios y corazón, medicina para nosotros pecadores. Amén.

Pedir aquí con confianza las gracias que se desean obtener con esta novena.

Primer Día: “Dios te salve”

¡Cuánto mi alma se alegra, Santísima Madre, con los dulces recuerdos que en mí despierta esta salutación! Se llena de gozo mi corazón al decir el “Ave María”, para acompañar el gozo que llenó Tu espíritu al escuchar de boca del Arcángel Gabriel, alegrándome de la elección que de Vos hizo el Omnipotente para darnos al Señor. Amén.

Segundo Día: “María”

¡Nombre santo! Dígnate, amabilísima Madre, sellar con tu nombre el memorial de nuestras súplicas, dándonos el consuelo de que lo atienda benignamente tu Hijo Jesús, para que alcancemos fastidio grande a todas las vanidades del mundo, firme afición a la virtud, y ansias continuas de nuestra salvación eterna. Amén.

Tercer Día: “Llena eres de gracia”

¡Oh Santísima Virgen! Aquel inmenso Señor, que por su esencia se halla con todas las cosas, está en Vos y con Vos por modo muy superior. Madre mía, dame tu amor. Pero, ¿Cómo ha de venir a nuestro corazón de tan poca limpieza, aquel Amor que inundó tu Inmaculado y Sapientísimo Corazón? ¡Oh! muera en nosotros toda impureza para que habite en nuestra alma el Señor. Amén.

Cuarto Día: “El Señor es contigo”

¡Dulce Madre! Sagrario riquísimo en que descansó corporalmente la plenitud de la Divinidad: a tus pies se presenta despojada mi pobre alma, pidiendo la gracia y amor de Dios, con el que fuiste enriquecida, llenándote de virtud, de santidad y de gracia. Amén.

Quinto Día: “Bendita Tú eres entre todas las mujeres”

Vos sos la gloria de Jerusalén: la alegría de Israel: el honor del pueblo santo de Dios. Obtenga nuestro espíritu por tu intercesión la más viva fe, para considerar y adorar con tu santo Rosario las misericordias que en Vos y por Vos hizo el Hijo de Dios. Amén.

Sexto Día: “Bendito es el fruto de tu vientre Jesús”

Lloro, oh Madre mía, pues he cometido tantos pecados, sabiendo que ellos hicieron morir en la Cruz a tu Hijo. Sea el fruto de mi oración, que no termine nunca de llorarlos para reparación de nuestras faltas, hasta poder bendecir eternamente aquel purísimo fruto de tu vientre en el Cielo. Amén.

Séptimo Día: “Santa María, Madre de Dios”

No permitas que se pierda mi alma comprada con el inestimable precio de la sangre de Jesús. Dame un corazón digno de Vos, para que amando el recogimiento, sea mi delicia ofrecerte el santo Rosario, adorando con él a tu Hijo, por lo mucho que hizo para nuestra redención, y por lo que te ensalzó, haciéndote Madre suya. Amén.

Octavo Día: “Ruega por nosotros pecadores”

¡Madre de piedad! A Vos solo dijo aquel Rey soberano de la gloria: Vos sos mi Madre. Alcánzame humildad y plena confianza, dispuesto de este modo, con el auxilio de Dios, a recibir los favores de la Divina misericordia, por los méritos de tu Hijo y Redentor nuestro. Amén.

Noveno Día: “Ahora, y en la hora de nuestra muerte”

Estamos siempre expuestos a perder la gracia de Dios. Haz que no me separe de Dios y de Vos, Madre Santísima, en el último momento de la vida, que habrá de ser decisivo de mi eterna suerte. ¡Oh Madre de
piedad! concédeme el consuelo de morir bajo tu protección y en el amor de mi Señor Jesús. Amén.

Oración final

¡Oh Santísima Virgen del Rosario, Madre de Dios, dulce refugio y consuelo piadoso de todos los afligidos! Por aquella confianza y autoridad de Madre con que podés presentar nuestros ruegos al que es Juez Soberano de nuestro bien, interceded en favor nuestro. Consíguenos el reformar con el rezo diario del Santo Rosario nuestras vidas, adquiriendo en tan dulce libro la fiel imitación de tu Hijo Jesús, hasta que podamos adorarlo y amarlo en el Cielo por los siglos de los siglos. Amén.

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